Política Exterior: el franquismo

Quiero empezar hoy una serie de posts dedicados a la Política Exterior española, comenzando en la etapa franquista y terminando en nuestros días. Un ejercicio de memoria imprescindible para comprender mejor por qué adoptamos hoy las posturas que adoptamos, por qué tenemos unas prioridades y no otras y, a fin de cuentas, por qué la Política Exterior española es una (o debería ser) y no otra.

Los primeros años de la etapa franquista fueron años de aislamiento internacional, el contexto de posguerra tanto interna como internacional no permitieron grandes movimientos a la dictadura del General Franco.

Pese a que se trataba de una de las últimas dictaduras de Europa, junto a la salazarista de Portugal, los años cincuenta fueron el comienzo del engarce internacional de España en el contexto internacional, un contexto, recordemos, trazado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra mundial. ¿Cuáles fueron esos elementos de engarce? Por un lado el contexto de la Guerra Fría en el que el régimen se alineó con los países del Primer Mundo y por otro el que ofrecía el proceso de descolonización general en el que España asistió a la independencia de Guinea Ecuatorial.

Se trató de movimientos que, principalmente, vinieron forzados desde el exterior. El régimen franquista se caracterizaba por una resistencia al cambio que, sin embargo, no impidió la integración de modo directo o indirecto en las instituciones internacionales o la apertura de canales de carácter comercial con países del ámbito atlántico, mediterráneo y americano.

Quizás uno de los elementos más grotescos de esta etapa de la política española fueron las políticas de sustitución. Nacidos de la frustración del régimen al no conseguir ingresar en el club europeo, los argumentos de la Hispanidad o del Africanismo intentaron dotar a España de un prestigio internacional del que carecía. Éstas políticas generaron entre ciertos sectores de la sociedad española una visión irreal acerca de la posición de España en el mundo.

La muerte de Franco en 1975 supuso, al margen de la inquietud inicial, la liberación de las ataduras españolas en política internacional dando pie a importantísimas oportunidades que supieron aprovecharse durante la etapa de la transición.